sábado, 4 de septiembre de 2010

QUIETUD

Recordé que de niña, llegado el otoño, lo que más me gustaba era jugar a escuchar el romper del mar tranquilo en la arena. Un brevísimo allegro y, de seguido, silencio. Entonces, decir quietud era algo cotidiano. La quietud era un punto cumbre que sobrevenía al coincidir una certera armonía exterior con una inequívoca paz interior. El entorno y el ánimo en una comunión perfecta. Esto sucedía cuando la naturaleza todavía podía Ser; lo Natural, suceder. No es que me fuera al encuentro de la nostalgia. Fue lo que sucede hoy, lo que me llevó a recordarlo y en el recuerdo reconocerme como muy afortunada. Hoy, para sentir algo semejante y no saberlo, siquiera, interpretar, hay que entrar en un lugar ficticio y pagar una buena cantidad de dinero. El Secreto de un Buen Emprendedor, lo denominan. ¡Mi Quietud hecha Empresa! ¡ Qué saben ellos!

Sábado, 4 de septiembre 2010

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