sábado, 4 de septiembre de 2010

QUIETUD

Recordé que de niña, llegado el otoño, lo que más me gustaba era jugar a escuchar el romper del mar tranquilo en la arena. Un brevísimo allegro y, de seguido, silencio. Entonces, decir quietud era algo cotidiano. La quietud era un punto cumbre que sobrevenía al coincidir una certera armonía exterior con una inequívoca paz interior. El entorno y el ánimo en una comunión perfecta. Esto sucedía cuando la naturaleza todavía podía Ser; lo Natural, suceder. No es que me fuera al encuentro de la nostalgia. Fue lo que sucede hoy, lo que me llevó a recordarlo y en el recuerdo reconocerme como muy afortunada. Hoy, para sentir algo semejante y no saberlo, siquiera, interpretar, hay que entrar en un lugar ficticio y pagar una buena cantidad de dinero. El Secreto de un Buen Emprendedor, lo denominan. ¡Mi Quietud hecha Empresa! ¡ Qué saben ellos!

Sábado, 4 de septiembre 2010

lunes, 30 de agosto de 2010

Lunes- 30 .- Comienzo de semana a dos días de estrenar un nuevo mes: septiembre. No estoy entre los recién llegados de vacaciones pero me llegan sus quejas por el regreso a una rutina con contadas válvulas de escape.En un sólo día la muerte se me ha llevado a tres amigos muy jóvenes (39, 41, 52), de modo que les he sobrevivido. Tres infartos. Uno era ( es) poeta. Pienso que he de borrar sus direcciones, número de teléfono pero me falta valor. Una buena amiga me llama en el desespero de un desgarro amoroso y otro buen amigo me pide que le escriba una reflexión lúcida sobre cómo debemos entender la solidaridad hoy. ¿ por cuál de esta pequeña suma de duelos empiezo? Desde la soledad de mi mesa de trabajo, apenas percibo de afuera un haz de luz de un día inequívocamente soleado. Al amparo del silencio se me ocurre pensar que para convocar la esperanza de un futuro mejor es imprescindible saber primero que es lo intolerable,y para saberlo se necesita una gran capacidad para calificar. No ignoro que de mis pensamientos ahí afuera cualquiera haría un diagnóstico psiquiátrico.
Malos tiempos para las Humanidades. M.R. tiene razón cuando me advierte que todo cuanto aprendimos hoy no sirve para nada. Pero a mí me cuesta entrar en razón.